El concepto de "poesía experimental" está vigente y preñado de alternativas de invención para el nuevo siglo XXI. ¿Qué es y qué no es la "poesía experimental"? En lo esencial se trata de un conjunto multi/transdisciplinario y también de una verdadera sopa de letras en cuanto a corrientes que se cruzan y a herencias y herejías que siguen irradiando potencias creativas.
Otra de las grandes vertientes del experimentalismo poético echa raíces en las "estéticas experimentales" de la segunda mitad del siglo XIX –insertas en el positivismo comptiano y con hitos destacados como la "Novela experimental" de Emilio Zolá–, preocupadas por el método del experimento, la prueba y la corroboración.
Desde la perspectiva basada en la entropía y la probabilidad, la presentación de un texto se veía definida por su velocidad de transmisión de información. En ciertos grados, como lo intentarían Mallarmé y los cubistas, estaría en similitud con la “lectura” de un diario, donde la vista no sigue el proceso lineal de izquierda a derecha sino desde los títulos principales a los subtítulos, etc. (información muy difusa), hasta posarse en los textos más pequeños y los caracteres de los artículos (información más canalizada).
Topamos entonces a algunas de las manifestaciones más recientes, como la poesía semiótica y la conceptualista. La primera aparecía basada íntegramente en signos no lingüísticos –imágenes, fueran fotográficas o dibujadas, grafismos, todo tipo de señales–, lo que la transmutaba en una poesía supranacional puesto que eliminaba casi por completo toda necesidad de traducción.
Graciela Gutierrez Marx, Argentina.
En Chile, las innovaciones y principios enunciados tempranamente por Huidobro son retomados por la vanguardia poética de fines de la década de los 60, sobre todo por el poeta y editor Guillermo Deisler (†1995), quien primero en Santiago y después en Antofagasta, a través de sus Ediciones Mimbre, difunde el ideario de la nueva poesía e incluso publica la antología Poesía visiva en el mundo (1972) y diversos cuadernillos con la obra de jóvenes poetas chilenos, como Gregorio Berchenko.
Junto a Deisler habría que citar a varios chilexiliados después del golpe militar de 1973, como César Olhagaray, Manuel Escobar, Antonio Arévalo, Kata Núñez, Juan Heinshon, Santos Chávez, Cecilia Boisier, Ana María Lorenzen, Oswaldo Silva Casterón y Dámaso Ogaz, el último de ellos radicado y finado en Venezuela, donde impulso la poesía de vanguardia en sus ediciones La Pata de Palo y otras.
Poema de Julio Campal, Uruguay,
quien también fue uno de los
fundadores de la poesía visual
en España.
Dado el anterior caldo de cultivo, el primero en acuñar la expresión “poesía concreta” parece haber sido el pintor y escritor sueco Oyvind Fahlström (nacido en Río de Janeiro), que en 1953 publicó su Manifiesto por una poesía concreta, inspirado más en la música que en el concretismo plástico.
En 1952, en Sao Paulo, tres poetas –Décio Pignatari, Haroldo y Augusto de Campos, traductores notables de Pound y Maiacovski– fundan la revista Noigandres y presentan una poesía “funcional” que puede –aseveraban– prolongarse en el arte del cartel y del eslogan publicitario. Pignatari viaja por Europa y entabla contacto con la pléyade de músicos de vanguardia (Boulez, Cage, Varèse) y con el poeta suizo-boliviano Eugen Gomringer, traductor de textos de Kandisky y quien desarrollaba una poesía sígnica que llamaba Constelaciones, decidiendo ambos publicar una antología internacional bajo el título de Poesía concreta.31
H. Mund
Neide de Sa, del Poema Proceso
Su programa estaba fundado sobre la noción de la información estética de la lengua a partir de la similitud de formas (isomorfismo), que definieron así en su programa: “poesía, tensión de palabras objeto en el espacio-tiempo, estructura dinámica, multiplicidad de movimientos concomitantes”.
La plataforma global del primer periodo, ortodoxo, es el Plan-piloto para la poesía concreta (1958), que entre otros puntos establece: “El poema concreto comunica su propia estructura: estructura-contenido. El poema concreto es un objeto en sí mismo, no interpreta los objetos anteriores y/o las sensaciones más o menos subjetivas. Su material: la palabra (sonido, forma visual, carga semántica). Su problema: las funciones-relaciones de ese material, factores de proximidad y semejanza, psicología de la gestalt. Ritmo: fuerza relacional”. El poema concreto, utilizando el sistema fonético (dígitos) y una sintaxis analógica, crea un área específica –verbovocovisual– que participa de las ventajas de la comunicación no verbal sin abdicar de las virtualidades de la palabra. Con el poema concreto ocurre el fenómeno de la metacomunicación: coincidencia y simultaneidad de la comunicación de formas, de una estructura-contenido, no de la usual comunicación de mensajes”.
En el mismo manifiesto, los concretistas brasileños admitían como influencias: de Mallarmé, las “subdivisiones prismáticas de la idea”; de Pound, el método ideogramático; de Joyce, la palabra-ideograma, la interpretación espacio-temporal; de Cummings, la atomización de palabras o lexemas; de Apollinaire, la visión más que la práctica; de Oswaldo de Andrade, la economía, “minutos de poesía”; de Joao de Melo Neto, la arquitectura funcional; de Einsestein, el montaje; de Webern, la música atonal y el contrapunto.32
Sin embargo, pasaría una década hasta que esas ideas cundieran en el mundo –hasta 1963–, cuando numerosos grupos y revistas, sin relación generalmente entre ellos, tendieron a dar a sus textos el papel preponderantemente visual, orientados a la imagen, a la disposición de los caracteres y a la transformación del lenguaje gráfico en una entidad autónoma.
Luego de una serie de escisiones internas –Ferreira Gullar, Reinaldo Jardim–, la inicial fase ortodoxa se extiende hasta 1964-65. Un nuevo episodio se abriría en Río de Janeiro y Natal, en diciembre de 1967: el Poema-Proceso, con la edición de la revista Ponto 1 y la correspondiente exposición. Wlademir Dias Pino, uno de sus principales teóricos y realizadores, expone: “El poema-proceso surge de la diferencia entre poema y poesía, así como el concretismo marcó definitivamente la separación de la poesía y la prosa”.33
La participación llega a ser literalmente multitudinaria y tienen lugar marchas y mítines poéticos en el Brasil de los militares. Vale recordar que hacia finales de los 60 alcanzaban su climax los procesualismos: arte povera, ligado a la materia orgánica, en Italia, body art, land art, el conceptualismo en sus versiones lingüística, accionista y pictórica; las técnicas de cut up, de lo aleatorio en la narrativa y el uso de “textos encontrados”; surgimiento del Gruppo 70, en Florencia, que propone y desarrolla la poesía visiva o visual mediante la recuperación del collage para obtener metáforas “verbovisuales”; se escenifican los “sucesos” o performance art en continuidad del happening y los conciertos Fluxus de los 60, yuxtaponiendo luces, voz y sonido, imágenes fijas y móviles, en una abigarrada parafernalia creativa. Vanguardismos que tendrían una incendiaria repercusión en el Cono Sur americano.
A. de Araujo, Brasil
Caja de Pandora: el fin del milenio
Organizador en 1972, bajo la inminencia del golpe castrense, de la “Exposición Exhaustiva de Nueva Poesía” en Montevideo, Uruguay, y como uno de los teóricos que aborda la dimensión política de la poesía experimental, Clemente Padín apuntaba:
(...) quede claro ante quienes impugnan las posiciones de la nueva poesía que no se atenta contra la palabra (¡bueno sería que saliéramos hablando a señas!), ya que su campo de acción son los lenguajes (la lengua incluida) y no el particular de la lengua, ámbito de la poesía tradicional, sino contra el ‘status’ que defiende la lengua y los lenguajes expresamente deformados por servir a sus fines.34
Además de advertir: “Todas sus vertientes –las poesías tecnológicas, plásticas, gestuales, letristas, sonidistas, cosistas, fónicas, estructurales, visuales, fonéticas, fotográficas, neodadaístas– se han integrado al sistema e indirectamente le sirven, utilizando los mecanismos habituales de procesamiento y consumo ya destacados por la industria cultural (...)
"Han preservado el orden que denodadamente han pretendido trastornar, aunque es indudable su influencia, cuantitativa aún, en la consecución de un arte inédito, un arte que escape al ars celare artem, un arte que escape al artificio, creado y disfrutado por todos, que sea sólo vida y no obras que dicen y no hacen.”35
Eduardo Kac, Brasil
Atrás del privilegio del significante, referido al principio de este artículo, visto a su vez como una “revolución” ante los significados y las formas perimidos, se ha barruntado en el arte la tentación o ideología tecno-cientificista, inherente a los mecanismos actuales de hegemonía económica y dominación política-militar, herederos de las tradiciones iluministas del progreso y el positivismo decimonónicos. Así, la tendencia a diluir lo artístico en el lenguaje y la “semiotización” de lo estético han sido denunciados como imperialismo de la lingüística, cuando el triunfo de un arte “sintáctico” reenvía a las posiciones formalistas de finales del siglo XVIII. 36
En términos de Marchán Fiz, dada la metáfora implícita en el concepto de “lenguajes artísticos”, éstos ya no aparecen como una acumulación de imágenes, transformaciones y sublimaciones, sino como una suma de efectos estéticos comprometidos con las virtualidades de la materia que los integra. Así, si bien el lenguaje invade el campo del saber estético, al mismo tiempo es un objeto que se despliega en un juego casi infinito de sinuosidades y distorsiones, distante de verse como algo objetivo y acabado, orillando a la crisis semántica de las artes y orientándose a las utopías de un significado potencial en el horizonte intrigante de la interpretación estética.
Por ende, en el marco del repliegue generalizado de las artes sobre sí mismas y la impugnación de la obra orgánica cerrada, el saber estético oscila entre dos actitudes: la que aboga por la desaparición elocutoria del poeta a favor de la iniciativa de las palabras, esto es, del propio lenguaje, o bien la preocupada respecto de quién habla, pinta o escribe, sugerida por Nietzsche, ambas decantadas por dos vertientes o paradigmas: la estética de la formalización y la estética de la interpretación o de la recepción.37
Visto el desafío todavía vigente de superar y transformar la “jaula del arte”, el escenario de los 90 nos coloca todavía frente al telón de fondo del tantas veces anunciado agotamiento y descrédito de las vanguardias. A raíz del estallido antitecnocrático de 1968 parecía llegar a sus límites la concepción formalizadora del arte; así pues, en rechazo de la presunta “dictadura del signo y la lingüística” se comenzaba a desplegar un pluralismo artístico o lo que Marchán Fiz denomina “estéticas de la textualidad”, que recuperaban el protagonismo del artista y del destinatario como productores y activadores de sentido.
La realidad emergía de nuevo desde las relecturas de Nietzsche, Freud y Marx, principalmente por la vertiente posestructuralista. Gillo Dorfles delimita entonces algunos caracteres que continúan vigentes en nuestra actualidad a partir de dos fases: una catabólica, de rarefacción y agotamiento de ciertas formas artísticas, y otra anabólica, de recuperación y desarrollo de otras posibilidades aún no gastadas. Entre las primeras incluye al abstraccionismo, las corrientes conceptuales, el dodecafonismo, la narrativa de corte joyceano, el serialismo integral, el arte cibernético y la poesía concreta.
En la segunda opción propone cierto tipo de body art y land art, lo que llama “formas híbridas” o intermedia, la música posweberniana; ciertas formas que incluyen o utilizan la comunicación masiva, “así como diversas creaciones poéticas que han sabido liberarse de una tradición vanguardista hoy ya decrépita”.38
Graciela Gutiérrez-Marx, Argentina
En los hechos, en el escenario signado por la “guerra sin guerra” del Golfo Pérsico y el entonces estrenado “Nuevo Orden Mundial” la vertiente del discurso cientifista, que favorece la equivalencia unívoca del significante y el significado, responde en nuestras sociedades a la captación del mensaje publicitario y a los controles de la comunicación y la computación dominantes.
Ante esto, como vía de profilaxis en la praxis y en lo epistémico, desde los propios reductos de la semiótica estética se reconoce que el rasgo más sobresaliente del “texto artístico” es la asemiosis, esto es, se admite que la recepción y la realización del arte escapan de la formalización exhaustiva por cuanto en la obra artística el significado y el significante son asimétricos, no se acoplan de un modo lineal como en una plantilla.
Hugo Pontes, Brasil
El desbloqueo de los equívocos plasmados por el trasvase mecánico, casi literal, de los modelos lingüísticos al campo estético dio paso a tendencias como la filosofía del deseo (Deleuze-Guattari), o la que considera al texto artístico como productividad o producción de sentido (Tel Quel) o la estética hermenéutica,que explora la obra como un juego que debe jugarse en cada paso y que sólo se activa con la recepción. También es el ámbito del renovado ”descrédito” de las vanguardias y del repliegue formal conocido como “renovación conservadora”.39
En conclusión, las estéticas postsemióticas manifiestan que no existen hechos constatables y cerrados en lo estético, sino interpretaciones, mismas que no se resuelven en el desvelamiento de una presunta verdad objetiva oculta en la obra; el acto interpretativo es visto como un trabajo permanente, sin renunciar en ocasiones a las técnicas semióticas, pero recurriendo preferentemente a las freudianas, orientado a la recuperación de la noción de símbolo y de la metáfora en el arte, y por tanto el abandono de la tradición del código y del signo como dispositivos privilegiados.
Ladislao Pablo Gyori, Argentina
En rechazo de la formalización extrema, se reconoce al arte como un proceso no acabado e imprevisible en la interacción comunicativa, que no necesariamente debe ser “semiótico”, reclamando al espectador que escoja y active sus propios recorridos de lectura ante las obras. Mismas que, como metáforas o significantes flotantes, cristalizan en una cadena abierta y flexible de opciones que no descartan la posibilidad de una formalización, si bien escurridiza e inestable.40
Restaría sólo insistir en que uno de los ejes definitorios de la experimentación poética actual debe ser el debate sobre la supervivencia de las primeras vanguardias, sobre su irremediable lectura crítica y, en consecuencia, el rechazo de aquellos postulados –culto al maquinismo y al progreso lineal– que prohijaron su recuperación retrógrada en las dos posguerras.
Edgardo-Antonio Vigo y Luis Pazos, Argentina
El balance de ese debate, de esa dialéctica de las vanguardias, coloca al experimentalismo poético en el centro de la correlación de fuerzas definida como posmodernismo, esto es, la aceptación del agotamiento de algunos de los supuestos de la Modernidad en su sentido filosófico, histórico y estético. Y en este marco, tal vez la tarea inmediata, el parricidio-sin-padre que tiene a su cargo el todavía difuso experimentalismo poético mexicano, será tragar y corroer digestivamente las grandes ambigüedades y paradojas que propone el pensamiento del fin y del inicio de siglo y de milenio.
Así, el desafío para nuestros países dependientes comprende hacer frente a las fanfarrias del posmodernismo de las transnacionales y del neoliberalismo –electrodomésticos computarizados, videojuegos de alcoba y la maquila universal del espíritu–, conjuntamente con el desempleo masivo y la desnutrición como política genocida, mediante una antropofagia machacona y crítica, o sea Sade-Tezcatlipoca en respuesta a la “nada” electrónica del Nuevo Orden Mundial.
Wlademir Díaz Pino, Brasil
Referencias y notas:
26. Gloria Videla, El Ultraísmo, Ed. Gredos, Madrid, España, 2ª Ed. 1971, pp. 103 y ss.
27. Ibidem, pp. 106-107
28. Hugo J. Verani, Las vanguardias literarias en Latinoamérica (Manifiestos, proclamas y otros escritos), Fondo de Cultura Económica, Col. Tierra Firme, México, 2ª Ed. 1990, p. 43.
29. Clemente Padín, ensayo “Breve panorama de la poesía experimental en Argentina, Chile y Uruguay”, Montevideo y México, 1990.
30. Ibidem.
31. Felipe Boso, artículo en Poesía Experimental, ara, Op. cit., pp. 77-78.
32. Augusto y Haroldo de Campos, Decio Pignatari, Teoría da Poesía Concreta. Textos críticos e Manifiestos 1950-1960, Libraria Duas Cidades, Sao Paulo, Brasil, pp. 155-158, Trad. de C. Espinosa.
33. Vlademir Días Pino, Proceso: Linguagem e Comunicaçao, Ed. Vozes Ltda., Petrópolis, Brasil, 2ª Ed. Trad. C. Espinosa.
34. Clemente Padín, artículo “La Vanguardia Poética Latinoamericana” en la revista Lotta Poetica Nº 5, Oct. 1971, Milán, reproducido en Op. cit. p. 93.
35. Op. cit.
36. Marchán Fiz, Op. cit., pp. 301 y 303.
37. Op. cit.
38. Gillo Dorfles, El intervalo perdido, Ed. Lumen, 1984, Barcelona, España, pp. 218-220.
39. Victoria Combalía, et al, “El descrédito de las vanguardias” en El descrédito de las vanguardias artísticas, Ed. Blume, Libros de arte de bolsillo, 1980, España, pp. 115 y ss.
40. Simón Marchán Fiz, Op. cit., pp. 318 y ss.
* Versiones anteriores de este ensayo aparecieron en el libro Signos Corrosivos, Selección de textos sobre poesía visual-concreta-experimental-alternativa, Ediciones Literarias de Factor, México, 1987, y en el Suplemento Literário del periódico Minas Gerais, de Belo Horizonte, Brasil, del sábado 23 de mayo de 1987, Pags. 6-7, traducción al portugués de Luiz Paulo Ferreira de Andrade.
Asimismo, en las ediciones números 76 y 77, de septiembre y octubre de 2005, de la revista virtual Escaner Cultural, http://www.escaner.cl/escaner77/
1 comentario:
Hola César, hoy me di un paseo por tu blog ¡ y nomás no acabo!muy interesante, y creo que algunas cosas voy a utilizar en clase SIEMPRE DANDOTE CRÉDITO claro esta. Un día de estos tendré que dedicarlo a leer todas estas cosas que escribes. Mañana empieza el semestre. Qué el Dios de losmaestros nos agarre confesados!!!!
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