Raoul Hausmann
Entusiasmado con esto, Richard Huelsenbeck, médico y poeta, escribió poemas fonéticos en los que recogía un cierto ambiente primitivo y ritualista de las tribus africanas, tema muy de moda desde que el cubismo llamara la atención sobre el arte negro de las máscaras.
A fines de la Segunda Guerra Mundial, en 1945, Isidore Isou fundó en París el movimiento llamado Letrismo, que establecía la base de la poesía en las letras, como propuso treinta años antes Kurt Schwitters. “El pensamiento se forma en la boca” (Manifiesto Dadaísta, 1918) sería el axioma enarbolado por la corriente fonético-letrista, inaugurada oficialmente en 1946, para explorar en las partículas últimas del lenguaje hablado (onomatopeyas, balbuceos silábicos, interjecciones) y escrito (letra), como también lo haría el ulterior Espacialismo (1963). Además de Isou, Maurice Lemaître, Françoise Dufrâne, Gil J. Wolman, Jean-Louis Brau, Robert Almann, serían algunos de los poetas fonéticos que han pasado por el letrismo.
Así, para reemplazar a las palabras desgastadas por el tráfico, “Mallarmé descubre que el espacio podría ser orgánico y debería prestar al texto un sentido virtual, un tiempo, colaborador en la creación de otro lenguaje”. Y agrega Ogaz que hace medio siglo se fisionó el átomo “frase” y apenas 34 años atrás el átomo “palabra”, liberándose la energía de las letras y las sílabas.
En el Medievo se desarrolla la tradición numerológica, se encuentran poemas anagramáticos y caligramas como los del griego Aratus, en el siglo X. Otra variedad poético-silogística son los textos de Raimundo de Lulio, en el siglo XIII, quien propuso un Ars Generalis Ultima mediante una serie de discos fijos y móviles para establecer relaciones verbales. Es el antecesor del lenguaje numérico de Leibniz y la palabra-máquina de Descartes.(14)
J. Caramuel
Al barroco corresponde la mezcla de elementos visuales y musicales en los laberintos de J. Caramuel y de Giovanni Battista della Porta, donde se contraponen un pentagrama curvado en forma de arco y letras.(15)
A su vez, Dick Higgins en la introducción de Visible Language Nº XX (1986) señala que antes de nuestro siglo existió un cuerpo extenso de poemas visuales bajo los nombres de “carmina figurata”, “technopaegnia”, poemas figurados y poesía-imagen (pattern poetry), entre otros más. Calcula en alrededor de 2,200 piezas las que se han documentado en los últimos dos mil años.
En efecto, la poesía visual es probablemente tan antigua como la poesía occidental en su conjunto, con piezas que datan del periodo helenístico y, tal vez, del llamado Disco de Fastos (ca. 1700 a.C.) en el Museo Heraklion de Creta. En la antigüedad, la distinción entre poesía y prosa era bastante más borrosa que ahora (...) Una mirada a vuelo de pájaro de la poesía-imagen hace ver que ésta florece, en la antigüedad tardía, en el periodo carolingio, así como en el renacimiento y el barroco en Europa, mientras que con carácter de citra-kavyas aparece en muchos trabajos del sáncrito medio y tardío y el prakrit en la India.(16)
Cultura y conocimiento.
El lenguaje, arte perceptible
Validada la emergencia del espacio y la visualidad en el procedimiento poético, esta aceptación es explicitada por Michel Foucalt mediante la superación de una antinomia dominante en la pintura occidental de los siglos XV a XX: la separación entre la representación plástica (que implica la semejanza) y la referencia lingüística (que la excluye):
Se hace ver mediante la semejanza, se habla a través de la diferencia [subrayados C.E.], de tal manera que los dos sistemas no pueden entrecruzarse ni mezclarse. Es preciso que de un modo u otro haya separación; lo esencial consiste en que el signo verbal y la representación visual nunca se dan a la vez. Siempre los jerarquiza un orden que va de la forma al discurso o del discurso a la forma.(17)
Según Foucault, es Klee quien rompe esa separación y esa subordinación mediante la yuxtaposición de las figuras y la sintaxis de los signos, en un lenguaje pictórico cuyos recursos son a la vez formas reconocibles y elementos de escritura. A su vez, Kandinsky establece la desaparición simultánea de la semejanza y del lazo representativo afirmando que las formas plásticas son “cosas” equivalentes al objeto-iglesia, el objeto-puente o el objeto hombre a caballo.
Nanni Balestrini
Y si bien la poesía experimental no se limita o reduce a una escritura figurativa, ciertamente es ilustrativa la referencia de Foucault a la tradición milenaria del caligrama, que desempeña un triple papel: compensar el alfabeto, repetir sin el recurso de la retórica y envolver su significación en la trampa de una doble grafía, caracterizándolo como una tautología: hace decir al texto lo que dice el dibujo.
Por un lado alfabetiza el ideograma, lo puebla de letras discontinuas y hace hablar así al mutismo de las líneas ininterrumpidas. Pero, a la inversa, reparte la escritura en un espacio que ya no tiene la indiferencia, la abertura y la blancura inertes; le impone distribuirse según las leyes de una forma simultánea. Reduce el fonetismo a no ser, por un instante, más que un rumor gris que completa los contornos de una figura; pero convierte al dibujo en el delgado envoltorio que hay que agujerar para seguir, palabra a palabra, el devanado de su texto intestino.(18)
Alude, así, a las argucias de una escritura que actúa en el espacio, que acoge la forma visible de su referencia; en oposición a la retórica, basada en la plétora del lenguaje, el caligrama utiliza la propiedad de las letras de valer a la vez como elementos lineales, visuales, y como signos desplegados según la cadena única de la cadena sonora: como signo, la letra permite fijar las palabras; como línea, representar la cosa. De ese modo, el caligrama pretende borrar lúdicamente las más viejas oposiciones de nuestra civilización alfabética: mostrar y nombrar; figurar y decir; reproducir y articular; imitar y significar; mirar y leer.(19)
Shaw
Pero la episteme moderna en la experimentación poética provendrá de Stéphane Mallarmé, que en su poema espacial Un golpe de dados (1897) descubre el uso consciente y sustantivo del espacio, proporcionando al texto un movimiento virtual y un tiempo generadores de otro lenguaje; conocido con cierta licencia como el “Dante de la Era Industrial”, superó el verso como unidad melódica de la composición fragmentando el tejido textual en “subdivisiones prismáticas de la idea”, que desarticulan la sintaxis y el discurso lógico-analítico cartesiano. O, como dice Aimé Patri en su ensayo Mallarmé et la Musique du Silence:
La utilización de la página doble y de los diferentes cuerpos tipográficos permiten al poema manifestarse en el espacio en lugar de desenvolverse en el tiempo, sin que el dinamismo propio de éste sea en nada abatido: lo alto y lo bajo, la derecha y la izquierda, lo minúsculo y lo corpulento, la recta y la curva sustituyen al antes y al después. El tiempo, por ende, no es destruido sino integrado al espacio, como si se tratase, por anticipación en esta nueva mecánica racional, de una geometría cuatridimensional, de un Espacio-Tiempo: la dimensión del tiempo figurando en el espacio se torna imaginaria, y las líneas del universo compuestas de puntos-acontecimientos sustituyen a los movimientos oratorios.(20)
Sin pasar por alto a otras referencias genealógicas del inmediato fin de siglo, como la concepción de la “obra pura” en la Crise de Vers de Mallarmé; el affranchissement de la materialité de G. Flaubert y el sueño de un libro sobre nada, sostenido gracias a la fuerza interna de su “puro estilo”; la “alquimia del verbo” en Un saison en Enfer (1873) de A. Rimbaud, el verso libre de Ars Poétique (1884) de P. Verlaine o la poesía sonora -Lautdichtung- y las poesías puramente fónicas de los dadaístas H. Ball, H. Arp y K. Schwitters, rupturas que en conjunto postulan la muerte del tiempo clásico.(21)
A partir esas referencias, la forma simbólica propia del siglo XIX quedaba en entredicho. En adelante, surge un dilema aún imperante en nuestros días cuando el autor duda entre manejar un lenguaje simbólico, lineal, o bien utilizar los accesorios escénicos de su idea poética. En el segundo caso –tanto en la plástica como en lo literario–, la integración de la escritura a la pintura o a la realización de textos tipográficamente significativos brinda una nueva dimensión al alfabeto, como conjunto material de formas gráficas, así como un nuevo valor formal a la letra.
Una consecuencia de esta tendencia hacia las formas mixtas es lo que se ha agrupado en numerosos trabajos que se inscriben dentro del tema de “escritura e imagen”. Frente a tales formas mixtas, los críticos del arte de fin de siglo llegaron a hablar de una presunta “destrucción del lenguaje” o de una apocalíptica “pérdida del centro”.
En realidad, después de 1900 no era el lenguaje lo que se destruía –es indestructible mientras exista la sociedad– sino un cierto lenguaje, a saber, el simbólico o simbolista. Ni tampoco se ha perdido el “centro”, sino una idea convencional de la escritura y la pintura; a cambio, el artista veía surgir en su favor una eclosión de nuevas técnicas, desde las de impresión y reproducción mecánica o eléctrica hasta todas las formas comunicativas e informativas que le proporciona la tecnología actual, hasta llegar al video y la computadora.
Así pues, se considera que no llegan a corresponder a las búsquedas vanguardistas y neo o posvanguardistas ...los antiguos poemas figurados que Apollinaire resucitó con sus Caligramas; ni los “dibujos zoomórficos con letras” gustados en la Edad Media; ni los poemas con figuras tipográficas del piadoso Herbert entre los metafísicos ingleses del siglo XVII, ni los del uruguayo Acuña de Figueroa en el XIX; tampoco... los “madrigales ideográficos” del mexicano Tablada, escritos cuando aún vivía Apollinaire; ni aun los Caligramas, vistos puramente en cuanto tipografismo, serían poemas experimentales a nuestro modo de entender la experimentalidad.(22)
Poema-objeto y objeto del poema
Shaw
El problema de la relación y la posible integración de las artes fue un tema central de los artistas de vanguardia. Proyecto estimulado y acicateado aún por los medios tecnológicos de comunicación, que generan una avalancha de nuevos signos y cambian el sentido de los existentes. Mientras los lingüistas y los semiólogos discuten el valor y la significación de estos nuevos sistemas de signos, para los artistas su utilización siempre ha sido perfectamente factible.
Eminentemente, el trabajo artístico se enfrenta a una perenne experiencia de los límites, donde ninguna barrera parece contener a las nuevas tecnologías de la reproducción del sonido y la imagen, lo cual abre el paso a la invención de lenguajes inéditos y formas de inscribirlos. Léase, el mundo de una ilimitada libertad para la expresión formal.
La iconosfera, la civilización de la imagen en que vivimos, acentúa como nunca antes la relación entre lo perceptible y lo inteligible, afectando drásticamente y hasta el umbral de la conciencia nuestras relaciones de vida. Es una explosión de los signos y de la información que surgen y se destruyen a gran velocidad a galope de los avances científicos y tecnológicos.
Así, la “iconosfera” es la forma en que llega a nuestros sentidos la realidad producida por el conocimiento, eminentemente humana, donde el mismo concepto de “naturaleza” se hace dependiente del saber, la ciencia, y de la política, la sociedad. Por tanto, a tenor con la prédica macluhiana, este nuevo mundo exige ser absorbido -captado y procesado por todos los sentidos-, más que solamente leído o recordado, en el sentido tradicional, lo cual lo hace definitivamente poético a despecho de algunos tecnócratas y positivistas a ultranza.
A. Sarenco
Este nuevo entorno de los signos y la información exige la aparición y el reconocimiento de códigos –reglas de organización–, conjuntamente con la trasgresión de esos códigos para poder ser comprendido pero también renovado. Sólo así se evitará el fetichismo de la tecnología y de su ideología cientifista, y sólo así se entenderá al mundo como un texto, como una escritura, donde la comunicación y la inteligencia proporcionen capacidades liberadoras a partir de una creatividad humana eminentemente material y practicable.
El desarrollo de la tecnología en nuestros días conduce a la búsqueda de la mayor captación y difusión de la información intersemiótica (o intertextual) posible, que inevitablemente desde la lógica del capital asegura las exigencias de productividad en el escenario de la globalización económica. Por ello, dentro de los códigos modelizadores secundarios (Lotman), el uso del lenguaje verbal se torna insuficiente y hasta inoperante para representar o mencionar algunos de los procesos de producción-mediación-consumo vigentes ahora.
Por otra parte, siguiendo al mismo Lotman, el arte -y dentro de él la poesía escrita y la imagen construida- constituye un lenguaje que la Semiótica de la Cultura (Escuela de Tartu) denomina “sistemas modelantes secundarios”, generadores de significaciones a partir de la lengua natural o verbal. Visto así, como estructura de signos, el lenguaje artístico alcanza entonces su significación al concentrar la información de los mensajes sociales y también al diferir de ellos, esto es, al oponerse a los condicionamientos imperantes. A su vez, la poesía escrita, cuya matriz es la voz hablada, comparte con la imagen la condición de ser un signo icónico, orientada de hecho a la comunicación audiovisual y no exclusivamente a la forma-libro.
Así, para recuperar su calidad original de ojo-oído de la tribu, de juglar y productor de imágenes-palabras, el poeta requeriría asumir las poéticas contemporáneas correspondientes a la iconosfera, la civilización de lo visual y de la simultaneidad en que vivimos. Desde Mallarmé, Cézanne y Joyce, sin omitir a Webern y el atonalismo, la dimensión de espacio-tiempo –la indeterminación y la discontinuidad– ocupa el lugar central de la problemática estética, en el terreno pantanoso que pretende reivindicar la creatividad del hombre cuando la computística, la telemática y la publicística devienen los modos dominantes de producción de signos, percepciones y sentimientos.Un principio central de las nuevas escrituras –heredado de sus antecedentes vanguardistas– es su calidad autorreflexiva y, entre otras consecuencias de esto, la búsqueda de desmitificar el acto creador. En tal talante, se busca que el trabajo poético reconozca las exigencias de la comunicación y la codificación electrónicas, que convierten al lenguaje en una situación teórica, con lo cual se posibilite al lector-productor para responder creativamente a la ofensiva de estímulos complejos provenientes de los lenguajes sin lengua contemporáneos, como lo son el cine, la televisión y la publicidad. Planteamiento que encajaría en la “función pragmática” del hacer poético.
Michel Perfetti
Por su parte, eminentemente exenta de los atributos verbales de afirmación o negación, la imagen iconográfica campea e impregna la aprehensión y conocimiento del mundo en nuestro tiempo. El desarrollo de las tecnologías de impresión y el descubrimiento de la fotografía incrementaron la densidad iconográfica y la democratización icónica desde la primera mitad del siglo XIX, originando los actuales medios de difusión masiva y la tan debatida “cultura de masas”, cuando la reproducción visual de la realidad alcanza sus mayores grados de intensidad y banalidad, al parejo de su máxima efectividad.
Inserto en un mundo de estímulos ultraexpresivos, el hombre se encuentra crecientemente bloqueado e incomunicado. Al operar en el umbral de la mentalidad alfabética, los medios técnicos de percepción cumplen su función de persuadir y modelar conciencias sin necesidad de acumulaciones de palabras, aunque tampoco pueden prescindir de ellas. Por ende, la palabra se mella y se pervierte sometida al engranaje de las logotécnicas imperantes. Y la poesía tradicional, basada en la prioridad absoluta de la voluntad subjetiva, particular y connotativa del autor, sin medios para involucrar a su destinatario, cada vez más carece de respuestas y languidece.
A su vez, si bien en primera instancia para beneficio de sus patrocinadores, los medios de difusión técnicos-perceptivos recuperan incontestablemente la calidad original de la escritura, con sus valores gestuales y auditivos. Entregan una gran cantidad de significaciones para una rápida y dinámica lectura. Son lenguajes más dúctiles y mutables que el discursivo, “que ofrece ya pocas alternativas o giros que únicamente logran familiarizar a un autor con otro y otro, así en un encadenamiento sin término”.(23) Tal explosión de los sistemas de signos y de lenguajes sin lengua ha sido caracterizada como “un crecimiento desmesurado de la escritura”, que en principio abre un ilimitado campo expresivo a los artistas. (24)
Desde la crítica del discurso clásico y en los límites del lenguaje, la experimentación poética hace hincapié en el origen material de la poesía, palpable y manipulable, como un objeto construido y dotado de leyes propias. Derogadas las atmósferas herméticas y la expresión de una sensibilidad autista, al menos en el sentido programático o “función metalingüística”, los procedimientos escriturales autónomos comprenden: verso suelto, ideograma, espacio gráfico, montaje, fragmentación, transposiciones temporales, creación de estructuras lingüísticas, de movimiento, de organización, entre otras opciones y combinatorias.
Joan Brossa
Así, la nueva poesía se manifiesta como una “escritura en ebullición”, que es al mismo tiempo instrumento y producto frente a la escritura tradicional –mera alternativa de memoria, como la definió en su día Platón–, instrumento sin vida, limitado y detenido en su evolución. Antes bien, la escritura se ofrece en sus actuales planteamientos como un auténtico sistema de incitaciones por su relación y su interdependencia hacia los aspectos más sobresalientes y fundamentales de nuestro tiempo.
Como escritura autónoma –donde el médium, la escritura, se convierte asimismo en lengua– afronta la necesidad de “reinventar” la forma creadora y renovadora que tuvo en sus orígenes, pero que el proceso histórico de su uso y sus autolimitaciones utilitarias hicieron desaparecer. Este proceso de reinvención ha afectado profundamente tanto sus aspectos sintácticos como otros más profundos: nueva concepción del signo, revaloración de la letra, etcétera.
Dada la concurrencia y colaboración de músicos, poetas y pintores retomada a raíz de la segunda posguerra, volvió a vislumbrarse la añorada integración de las artes y la postulación de una poesía plena, orientada a “hacerse un medio total, superar cualquier limitación, englobar música, pintura, arte tipográfico y cualquier otro aspecto de la cultura, con la aspiración utopista de volver a los orígenes”, en palabras de Adriano Spatola.A fines de la Segunda Guerra Mundial, en 1945, Isidore Isou fundó en París el movimiento llamado Letrismo, que establecía la base de la poesía en las letras, como había propuesto treinta años antes Kurt Schwitters. Aunque el movimiento se estancó por las implicaciones metafísicas de sus autores, tuvo una enorme proyección en los movimientos ulteriores, sobre todo en la llamada poesía fonética.
A su vez, el surgimiento de lo que se conoce como poesía concreta, visual o tipoesía data de 1952, en Sao Paulo, Brasil, cuando tres poetas –Décio Pignatari, Haroldo y Augusto de Campos, traductores notables de Pound y Maiacovski– fundaron la revista Noigandres y presentaron una poesía “funcional”, que puede –aseveraban– prolongarse en el arte del cartel y del slogan publicitario.
Su programa estaba fundado sobre la noción de la información estética de la lengua a partir de la similitud de formas (isomorfismo), que definieron así en su programa: “poesía, tensión de palabras objeto en el espacio-tiempo, estructura dinámica, multiplicidad de movimientos concomitantes”. Sin embargo, pasaría una década para que esas ideas cundieran en el mundo –hasta 1963–, cuando numerosos grupos y revistas, sin relación generalmente entre ellos, tendieron a dar a sus textos el papel preponderantemente visual, orientados a la imagen, a la disposición de los caracteres y a la transformación del lenguaje gráfico en una entidad autónoma.
Edgardo-Antonio Vigo
En Argentina, Edgardo-Antonio Vigo –con la revista Diagonal Cero– inició el juego de palabras y signos para obtener realidades extralingüísticas. En Inglaterra, David Briers y Nicholas Zurbrug abrían un juego sobre la interacción semántica de una frase a otra. En Alemania, con la revista Rot, animada por un grupo de Sttugart y con teóricos como Max Bense.
En Italia, E. Miccini, C. A. Sitta, Sarenco, Luciano Ori, Marcucci animaban la revista Lotta Poetica. En Checoslovaquia, el grupo que editaba la revista Obraz a pismo. En Yugoslavia, las revistas Rock y Signal.
itasono Katue
En Estados Unidos, Richard Kostelanetz y la revista Assembling. También las experiencias denominadas happenings, de
Allan Kaprow y el movimiento Fluxus de Maciunas, incluído por John Cage, que incorporaron la acción y el acontecimiento como principios significativos, lo que en la escritura pasó a ser la descripción de “actos imposibles” denominados poemas semánticos de acción por el checoslovaco Ladislav Novav.
Adriano Spatola
En Japón, el movimiento era representado por Saiichi Nikuni, Schoji Yoshizawa y el grupo ASA, Kitasono Katue y la revista Vou.
Nunca, antes, un movimiento literario había logrado ser internacional hasta tal grado. Además, esos movimientos se orientaban hacia una intención totalizadora, donde la poesía buscaba “hacerse un medium total, superar cualquier limitación, englobar música, pintura, arte tipográfico y cualquier otro aspecto de la de la cultura, con la aspiración utópica de volver a los orígenes” (Adriano Spatola).25
Referencias y notas:
1. Artículo “La Nueva Poesía II” en Ovum-10, Nº 4, Sept. 1970, reproducido en Arte Nuevo, Nº 4, Oct.-Dic. 1978, Jalapa, México, pp. 86-87.
2. Op. cit. Padín realizó en Montevideo, Uruguay, 1972, la “Exposición Exhaustiva de Nueva Poesía”.
3. Simón Marchán Fiz, La estética en la cultura moderna. De la Ilustración a la crisis del Estructuralismo, Ed. Gustavo Gilli, Col. Punto y Línea, Barcelona, España, 1982, p. 299.
4. Entrevista con Luiz Fagundes Duarte, “Poesía visual: é preciso mexer con a palavra”, en Dossier, Portugal, 1985, Trad. C. Espinosa.
5. En la revista Dismisura Nº 67/73, 1984, Frosinone, Italia, pp. 10-19. Versión al español: C. Espinosa.
6. Waleri Schersjanoi, “Alcune note sulle ‘zaum’ (su V. Chlebnikov e A. Krucenych)”, traducción del ruso al italiano de Enza Colletta, en la revista Dismisura Nº 67/73, 1984, Frosinone, Italia, pp. 10-19. Versión al español: C. Espinosa.
7. Arrigo Lora-Totino, artículo “La poesía sonora” en el catálogo Poesía Experimental, Ara, Mar-Abr. 1982, Sala Parpalló, Valencia, España, p. 81.
8. Marchán Fiz, Op. cit., pp. 302-303. Entre otras obras, M. Fiz publicó en 1972-74 Del arte objetual al arte de concepto.
9. Clemente Padín, “El operador visual en la poesia experimental”, texto escrito especialmente para Eye Rhymes, Universidad de Alberta, Canadá, junio de 1997.
10. Dámaso Ogaz, artículo “La escritura” en C(ART)A, Annex 4, ed. del autor, Sept. 1981, Caracas, Venezuela.
11. Op. cit. Ogaz, artista chileno que murió radicado en Venezuela, fue miembro del grupo poético de ese país “El techo de la ballena”, 1960-65; dirigió las ediciones Cisoria Arte.
12. Armando Zárate, “Los textos visuales en la época alejandrina” en La imaginación estética, 1991, Mundi Lerner Ed., Argentina, pp. 8-9 y 20.
13. Miguel D’Ors, El caligrama, de Simmias a Apollinaire. Historia y antología de una tradición clásica, Ed. Universidad de Navarra, 1977, Pamplona, España, p. 19-20.
14. Armando Zárate, Antes de la vanguardia/ Historia y morfología de la experimentación visual: de Teócrito a la poesía concreta, Rodolfo Alonso Ed., 1976, Argentina, pp. 32 y ss.
15. Xavier Canals, “Música-poesía visual, ¿intersección o intercomunicación. Reflexiones alrededor de una exposición” en el catálogo I Jornades Internacionals de Nova Música, 1982-83, Fundación Joan Miró (Centre d’Estudis d’Art Contemporani), Barcelona, pp. 37-47. Traducción del autor al español.
16. Dick Higgins, “Editor’s foreward” en Visible Language XX, 1986, Providence, E.U.A., pp. 5-7. Trad.: C. Espinosa.
17. Michel Foucault, Esto no es una pipa / Ensayo sobre Magritte, Ed. Anagrama, 1981, Barcelona, España, p. 47.
18. Op. cit., p. 33
19. Ibidem, p. 34
20. Claudio Daniel, artículo “La poesía y la computadora”, en Dimensao, Revista Internacional de Poesía Nº 24, 1995, Uberada, Brasil. Traducción del portugués: C. Espinosa.
21 Marchán Fiz, Op. cit., pp. 302-303.
22. Athilano, Andrés, “Segundo Manifiesto/ La poesía experimental en Venezuela” (1978), reproducido en ZIZ, revista de la Escuela de Poesía de Caracas, Nº 5, Dic. 1984-Ene. 1985, Caracas, Venezuela, pp. 17-19.
23. D. Ogaz, Op. cit.
24. Fernando Millán, y Jesús García Sánchez, La escritura en libertad/ Antología de poesía experimental, Alianza Editorial, Alianza Tres, 1975, Madrid, España, p. 19.
25. Op. cit., p. 26.
1 comentario:
Hola, Cesar.
Soy brasileño y vivo en Madrid, donde hago un doctorado en la Universidad Complutense. Archivé este blog en mi "favoritos" hace algunos meses. Estoy haciendo, para una de las asignaturas del inicio de curso (Vanguardias en España), un pequeño trabajo que intenta investigar las conexiones entre el Ultraísmo español y el Concretismo brasileño. Obviamente, por tratarse de dos movimientos vanguardistas, ya se nota una conexión, pero buscaba algo más...
¿Hay algo sobre esa posible conexión publicado en alguna entrada de ese blog o hay algo que pueda o quiera decirme?
Perdone por la invasión y, de antemano, muchas gracias.
Sergio Calderaro.
calderaro@quo.com.br
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